Hoy en día es algo muy frecuente tener en nuestro entorno cercano a personas que nos comenten que han comenzado a hacer dieta, o hasta quizás haya sido tú mismo el que en algún momento ha decidido cambiar la manera en la que comes con el objetivo de perder algunos kilos o también para mantener tu peso. Incluso, quizás nunca hayas estado a dieta, pero si muy pendiente de tu alimentación…

Esto en principio no tendría que suponer ningún problema, pero… ¿Qué sucede cuando esta cuestión se vuelve tu centro de atención? ¿Qué pasa cuando pones el foco en analizar minuciosamente todo lo que comes y, a menudo, tu estado anímico depende de si has logrado o no vencer una “tentación” de comer algo que crees que no deberías?

Cada vez más nos encontramos con personas que vienen con esta queja y que consideran que la hora de comer se ha convertido en una tortura del día a día. Es por eso por lo que en este artículo te comentaré lo llamamos tener Mentalidad dieta.

¿Qué es la mentalidad dieta y cómo reconocerla?

Se trata de una serie de creencias y pensamientos recurrentes que están relacionados con la cultura de dieta y que condicionan la forma en la que la persona se relaciona con su cuerpo y con la comida, lo cual, por consiguiente, altera y limita su vida en varios aspectos.

Además, estas creencias y pensamientos hacen que la persona lleve a cabo determinados tipos de conductas que a su vez tienen un efecto negativo en su estado anímico.

Son característicos de una mentalidad dieta:

  • Los pensamientos dicotómicos: es decir, catalogar los alimentos como buenos / malos, permitidos / prohibidos, sanos/ insanos…
  • El recuento constante de calorías: con el objetivo de no sobrepasarse de ciertas cantidades diarias.
  • Un control minucioso de la comida y evitación de cualquier interacción social que implique estar “alrededor de la mesa” ya que son momentos generadores de ansiedad.
  • Tener desconexión de la sensación de hambre/ saciedad: y entonces comer según una norma estricta en cuanto a cantidad y momento del día, sin tener en cuenta la necesidad fisiológica del cuerpo.
  • Tener miedo al descontrol y a las comidas improvisadas.
  • Realizar conductas de compensación: puede ser poniéndose en “modo restricción”, exceso de ejercicio físico…
  • La pérdida y/o control del peso asociados con la consecución de la felicidad y el éxito social.

 

Sumado a esto, las personas con mentalidad dieta tienen un “dilema moral”: una vez que han seguido una dieta estricta (lo cual consideran que es haberse portado bien), se dan el permiso de comer algún alimento de los considerados prohibidos, como recompensa por el esfuerzo, pero esto termina en un autoengaño, con un saldo de culpa y la sensación de haberse “portado mal” por saltarse la norma que deberían cumplir.

También estas prohibiciones alimentarias suelen generar un estado de ansiedad que hacen que la persona entre en un círculo vicioso continuo de:  privación -> ansiedad -> descontrol/atracón -> compensación/privación sin llegar nunca a sentir que han cumplido su objetivo lo que perpetúa el bucle.

Las personas que sufren este tipo de problema se definen como: con falta de voluntad, desreguladas y frustradas ante los intentos fracasados de seguir las dietas estrictas sin ningún tipo de desvío. La dieta la relacionan con el sentido de responsabilidad y orden, por lo que todo lo que interfiera en ella genera malestar e impotencia y afecta a la autoestima y al autoconcepto.

Teniendo en consideración que comer es una necesidad fisiológica básica que tenemos a diario, es fácil entender que las personas que viven con esta mentalidad pueden presentar un intenso y continuo malestar, difícil de manejar ya que viven una lucha interna entre lo que desean y lo que se permiten.

 

Recomendaciones para llevar a la práctica

  1. Transforma el concepto “dieta” en la adopción de hábitos saludables descentralizados de la alimentación: es decir, no apostar todas las fichas a la pérdida de peso, sino a poner en marcha una serie de medidas relacionadas con el autocuidado general desde una posición más permisiva y compasiva.
  2. Evita aislarte como forma de control de ponerte en riesgo de tentaciones que consideras que no mereces. Permítete volver a disfrutar de los encuentros  sociales con tu gente.
  3. Deja a un lado objetivos estrictos que impliquen sacrificio y restricción extrema: ponte pequeñas metas y si no sabes cómo, para ello hay profesionales que pueden ayudarte y orientarte para hacerlo de una manera más llevadera y sana.
  4. Cuida tu lenguaje hacia la comida deshaciéndote de categorizaciones o asociaciones morales.
  5. Realiza pequeñas acciones diarias que desafíen esas creencias y conductas que forman parte de la mentalidad dieta.
  6. Practica la alimentación consciente: que permita la “reconciliación” con la comida pudiendo volver a experimentar el disfrute y el placer de comer aquello que te gusta.
  7. Pide ayuda profesional si crees que esto afecta tu autoestima y tu vida, sin pensar que es algo que debes resolver en soledad o que no tiene importancia. Todo aquello que te limita y te hace sufrir merece la pena trabajarlo y darle un lugar.

 

Conclusión: ¿Vas a comer para vivir o vivir para comer?

En un momento como el actual, en el que las redes sociales y la cultura en general apuntan cada vez más a la imagen como lo que posibilita la felicidad y el éxito social, es de suma importancia poder dar un espacio a reflexionar sobre lo limitante y el sacrificio que puede suponer “vivir para comer”.