Un país que necesita un equilibrio

México es uno de los países que más necesitan de este equilibrio alimenticio para mejorar los problemas de salud pública. 

Según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2012, el 71% de las personas en México padecen de sobrepeso y/o obesidad, al igual que la tercera parte de los niños y adolescentes. Esto es una situación grave, ya que se calcula que el daño de la obesidad en estos menores es siete veces más alto. 

Después de Estados Unidos, México ocupa el segundo lugar con este problema entre los miembros de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE).

Hasta hace 40 años el sobrepeso y la obesidad no eran un problema de salud pública en México, según datos de la Secretaría de Salud. Sin embargo, a partir de los cambios en nuestra dieta a la cual se incorporaron alimentos con alto contenido de azúcares y grasas, su bajo costo y accesibilidad se combinaron con un estilo de vida más sedentario, con mucho menos actividad física. 

A esta situación se sumó una predisposición genética en los mexicanos para metabolizar de manera distinta las grasas y azúcares dando como resultado la grave epidemia de sobrepeso y obesidad que ahora se vive.

Lo grave del asunto es que necesitamos más manos

Ante tantos mexicanos que padecen este problema, no existen suficientes nutricionistas para atenderlos, ya que de acuerdo con datos del INEGI, en el país existe un promedio de 2,4 especialistas en nutrición por cada mil habitantes, un número muy bajo para combatir la dimensión del problema. 

Este escenario nos invita a reflexionar el momento actual y en lo necesario que son los profesionales de la salud expertos en este tema. Ya que de no alcanzar el ritmo de crecimiento necesario para atender esta situación, es probable que estos números sigan en aumento, derivando en problemas más graves, como diabetes, hipertensión y problemas cardiovasculares, acortando la vida de pacientes, hermanos, papás e hijos. 

Al reconocer el problema, podemos hacer conciencia de la situación y proponer soluciones individuales y colectivas.

Los hábitos saludables son una inversión

Uno de los argumentos más claros para cuidar nuestra alimentación es: los hábitos saludables salen más baratos al prevenir futuras enfermedades. Quizá sea muy sencillo alimentar nuestro cuerpo de comida chatarra, sin embargo esta alimentación nos llevará a un exceso de sodio, azúcar, carbohidratos y más. Si no hacemos alguna clase de actividad física, este exceso se magnifica llevándonos probablemente a requerir cuidados médicos, para bajar los niveles de colesterol, cuidar los niveles de azúcar en la sangre y sanar nuestros dientes. De ese modo, preferir una ensalada a una hamburguesa puede hacer la diferencia. 

Recuerda seguir una dieta saludable, realizar actividad física, mantener un estilo de vida sano y consultar a los profesionales de la salud (tu médico y nutriólogo) de forma rutinaria, al menos una o dos veces al año. El nutriólogo te proporcionará orientación alimentaria y asesoría profesional, así como estrategias que te permitirán el cambio hacia una vida más sana.