La opinión de Sofía Miranda (concejala de deportes del Ayuntamiento de Madrid)

Muchas veces hemos alabado las múltiples virtudes del deporte: esfuerzo, superación, perseverancia, igualdad, salud, respeto, solidaridad o compañerismo, entre otros.

Pero el deporte no tiene límites, es mucho más, y por eso destaca su enorme importancia como elemento integrador y cultural.

En Europa estamos viviendo unos momentos que pensamos que no volveríamos a ver. Familias huyendo de sus hogares, niños llorando bajo el sonido de las bombas, y miles de inocente a quienes, de la noche a la mañana, se les ha robado su vida por intereses de aquellos que solo buscan poder, caiga quien caiga.

Y es en estos momentos cuando me acuerdo de Prometeo, ese titán que portaba el fuego que regaló a la humanidad desafiando y despertando la ira de los Dioses, y a quien hoy representamos, antorcha en mano, durante las ceremonias olímpicas.

Según la leyenda, Prometeo tenía una profunda esperanza en el potencial creativo del ser humano para hacer de esta llama un medio de progresar y de colaborar, disminuyendo así los sufrimientos de las personas.

La valentía de Prometeo es la esperanza de quienes aún creemos en la llama de la paz y la amistad entre los pueblos, celebradas en el deporte y todo lo que este simboliza.

Y es en el deporte donde se visibiliza la belleza del esfuerzo, la igualdad y la solidaridad, y cuya unión representa a todos los países en sus más distintos colores y culturas. Porque el deporte también es demostración de vulnerabilidad, y esta se convierte en un acto de valor, porque dicha vulnerabilidad es preferible ante la maldad extrema.

Las personas mostramos lo que realmente somos en los momentos críticos que vivimos, y quienes amamos el deporte, es en los más complicados momentos cuando demostramos todo lo que de él hemos aprendido.

No hay nada que promueva mejor la paz que el deporte.

En las últimas horas estamos viendo cómo el deporte se convierte en transmisor del sentimiento popular. El deporte tiene la tiene la virtud de ser un inmenso altavoz que llega a donde muchas veces las noticias no pueden. La imagen del tenista Andréi Rublev firmando la cámara con un «No a la guerra, por favor» tras ganar su partido en el torneo de Dubai ha dado la vuelta al mundo. Al igual que la imagen de una selección ucraniana ovacionada por la afición española en Córdoba tras disputar el partido más difícil de sus carreras.

Y es que el mundo del deporte tiene mucho que decir ante este sinsentido. El Comité Olímpico Internacional ha condenado enérgicamente el incumplimiento de la Tregua Olímpica por parte del gobierno ruso. Una antigua tradición griega que se remonta al siglo VIII a. c. cuando todos los conflictos cesaban durante la tregua, que comenzaba siete días antes de la apertura de los Juegos Olímpicos y finalizaba el séptimo día a partir de su finalización.

El mundo del fútbol tampoco se ha quedado de brazos cruzados. La UEFA ha decidido cambiar la sede de la final de la competición más grande del mundo, la Champions League, de San Petersburgo a Paris, hecho que no ha gustado en Rusia. La mudanza de la final de la Champions League ha sido calificada de «vergüenza» por el Kremlin, pero vergüenza es atacar la soberanía de un país, porque soberanía también significa que un país decida libremente entrar o no en la UE o en la OTAN.

El deporte, históricamente, es fuente de encuentro y estima, y ha favorecido que muchos países se conozcan mejor, haciendo desaparecer odios que, nacidos del desconocimiento, iban germinando durante años y años.

Hoy en día los deportistas son los mejores embajadores de un país, y su popularidad sirve mejor a los intereses económicos de un país que las palabras vacías de algunos políticos.

Es por esto por lo que el futuro es el deporte, y es el momento de demostrarlo. La inclusión del deporte en la sociedad es una apuesta clara por transmitir los valores que deben conducirnos a un mundo mejor. El deporte consagrado a la causa más bella y más sagrada: la Paz del mundo